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el expreso de medianoche

Escena premonitoria

Escena premonitoria El escenario: la calle de una ciudad. A un lado de la calle una acera, y junto a ésta un edificio en construcción y una grúa. Al otro lado, otra acera, junto a un parque.
Los personajes: del lado de la acera junto al edificio, un ciego y un sordo. Del lado de la acera del parque, un mudo.
El tiempo: los breves instantes de una aciaga tarde de noviembre.
Los hechos: el ciego, que se halla justo al lado del sordo en la acera, se dispone a cruzar la calle. El sordo mira hacia el parque situado al otro lado. El mudo está haciendo gestos y moviendo exageradamente sus brazos para llamar la atención del sordo que, al principio, no comprende. El mudo señala al ciego y vuelve a hacer gestos al sordo. El sordo dirige su mirada al ciego, que está ya cruzando la calle, y entonces advierte que un vehículo se dirige a desmesurada velocidad por la calzada. El sordo, que finalmente comienza a interpretar y comprender los gestos del mudo, advierte la inminente proximidad del vehículo al ciego y prevé el accidente, así que comienza a dar voces de aviso a éste, instándole con énfasis a que se detenga y no siga cruzando la calle. Al advertir la voz del sordo a su espalda, el ciego reacciona: no obstante, se detiene justo en medio de la calle y, dándose la vuelta, se dirige al sordo, proponiéndole a su vez que salga de la acera y eche a correr para cruzar la calle. El sordo, que ve cómo el ciego permanece en el centro de la calle y trata de decirle algo, no comprende, y vuelve a insistir al ciego para que regrese a la acera. Mientras, el conductor del vehículo, que sin disminuir su velocidad está ya muy próximo al impacto con el ciego, es sorprendido repentina y simultáneamente por dos contratiempos: la aparición del peatón en la calzada y el reventón de uno de los neumáticos del coche. El conductor pierde el control del vehículo, debido al reventón, y éste se desplaza bruscamente hacia la derecha, invadiendo la acera y atropellando al mudo, que dada la extrema rapidez de la sucesión de los acontecimientos no tiene tiempo de reaccionar ante el imprevisto. Prácticamente de manera simultanea, al otro lado de la calle, la grúa situada junto al edificio en construcción está transportando una pesada viga. Pero en ese preciso instante, la viga se desprende accidentalmente de la grúa y da en aterrizar justo en el lugar que ocupa el sordo en la acera, aplastándole mortalmente. El ciego, todavía situado en el centro de la calle, da media vuelta y emprende de nuevo su marcha. Una vez ha logrado cruzar la calle hasta la otra acera se dirige hacia el parque, extrayendo del bolsillo de su gabardina una bolsita de alpiste para dar de comer a las palomas.

Franz_126

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