Blogia
el expreso de medianoche

Principio y final

Principio y final Ñ despertó con la misma sonrisa hacendosa de cada madrugada. Al bajar al establo y pasar por el patio intuyó la primera claridad matutina del sol, que presto llegaría a la hora establecida. Tras los preparativos y tras ajustar cinchas y riendas a las dos mulas, subió al carro y emprendió la marcha, alejándose de la que siempre había sido su insustituible morada.

* * *

Tras despertarse, W abrió el armario ropero y sacó de la percha el traje gris marengo. Observó luego el termómetro: treinta y dos grados centígrados. Se dispuso a accionar el botón automático que bajaba el toldo. A continuación, recogió las llaves de su BMW y salió de casa. Ya en el automóvil, de camino al lugar, sonreía orgulloso con la satisfacción de haber por fin logrado el permiso de la administración.

* * *

A medio camino, Ñ tuvo que esquivar tres motoristas que cruzaron por delante del carro, escuchando sus burlas y chanzas. Tomó el camino de las eras, observando aún a lo lejos la borrosa silueta de su casa.

* * *


La caravana de vehículos encabezados por W llegó al lugar. Al cabo de una hora, las máquinas se disponían a su impasible tarea. W observaba con orgullo como la excavadora comenzaba a derruir parte de la fachada de aquel musgoso muro. Luego volvió al interior de su BMW y, tomando un plano, repasó los detalles de edificación del nuevo centro comercial.

* * *

La luz del sol le avisaba de su inevitable regreso. Una vez arreglados los atavíos del espantapájaros, se dispuso a subir de nuevo al carro, ahora repleto de mazorcas, patatas, judías y hierva. Dio rienda a las mulas y comenzó a dirigirse hacia el camino, abandonando el campo envuelto en un sudor agreste y terroso.

* * *

W se dirigió a las inmediaciones del solar derruido. Se adentró examinante por entre las ruinas, y descubrió parte de la hoja de un calendario de pared. Al recogerlo, observó con sorpresa el año: 1948. Luego, comenzó a escuchar el ruido de unos cascos que se aproximaban. Más atónito, si cabe, observó a Ñ, una vez el carro se hubo detenido junto al solar. Ñ, con expresión incrédula, contempló aterrado lo que quedaba de su hogar. Miró con abatimiento a los ojos de W, y entonces comprendió que, elocuentemente, aquel rostro personificaba su propia muerte.

Franz_126

0 comentarios