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el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

Una caverna oscura, tan sólo iluminada por la leve luz de dos candiles colgados de ambas paredes. El techo, compuesto por estanterías repletas de libros. Se encuentra tumbado en un diván de acero, inmovilizado y atado de pies y manos, amordazado por un continuo chorro de negruzco líquido que le obliga a tragar incesantemente, casi ahogándole. Mientras continúa bebiendo, sin remisión, comprueba cómo los libros comienzan a descender de sus ingrávidas estanterías y pasan rozando su cuerpo, mientras escucha enormes estruendos al contactar con el suelo. A su vez, escucha a lo lejos los ladridos de un furioso perro, ladridos que estima más bien como fieros y felinos rugidos. Acto seguido, una fantasmagórica niña con coletas se le aparece por el costado derecho; observa cómo se deshace el nudo de la goma de una de sus coletas y, una vez en su mano, comprueba que ésta se ha convertido en un fino pero afilado látigo. La niña blande el látigo con expresión malvada y comienza a lanzarlo contra el suelo. Mientras escucha de fondo los rugidos, los fuertes latigazos que la malvada niña proyecta contra el suelo alertan a Léxico, que implora misericordia. La niña, sonríe perversamente, mientras comienza a expulsar, como si fueran proyectiles, escupitajos que van a parar a su cara. Éste, continúa implorando piedad, a la vez que grita desesperadamente: 

        -¡No, noooo, nooo, basta por favor...! La niña emite una terrible carcajada y, a continuación, continúa escupiendo a la cara de Léxico.        

        En ese momento, sobresaltado, abre los ojos. Se incorpora precipitadamente. Se palpa la cara y comprueba que, además del sudor, su tez está húmeda debido a otro líquido extra corporal. Se gira y descubre cómo la almohada está empapada, debido a una gotera que incide en su caída hasta la cama. Asimismo, comprueba que la persiana de la habitación no para de dar latigazos, debido al temporal y la tormenta que intuye fuera. 

        Cuando comienza a recuperarse de la pesadilla se levanta. Se dirige presuroso hacia la ventana con intención de cerrarla, no sin antes resbalar en el charco que se ha formado por el agua que se ha colado del exterior. Cae de culo al suelo y expele una blasfemia acompañada de un balido quejumbroso. Se incorpora, con cuidado, y se dirige hasta la cocina, donde recoge un cubo y una fregona. Vuelve hasta el dormitorio, aparta la almohada y coloca el cubo en su lugar. La gotera comienza a imprimir un constante ritmo valiéndose del bombo acústico del cubo. 

        Es entonces cuando se percata de la ausencia de su compañera; se dice que se habrá levantado para ir al lavabo. Comienza a secar el suelo con la fregona, a la vez que, indiferentemente, echa un vistazo al reloj-despertador de la mesita. Se le cae la fregona de las manos al descifrar la hora: las once y media. Sale corriendo sin dirección predeterminada, llamando a voces a su compañera. Se topa con la puerta del lavabo. La abre y la encuentra vacía. Se dirige al salón y encuentra el mismo desamparo. Regresa a la cocina y halla por casualidad la única compañía de una nota sobre el mármol:      

       “Cielo, he tenido que salir de compras. Siento no haberte despertado, pero es que parecías un angelito, y eso que el despertador ha sonado varias veces... Bueno, un besito y hasta luego:         Adelita”.

        Mientras Léxico reprime para sus adentros una serie de imprecaciones, deja caer involuntariamente la nota. Instintivamente, se agacha para recogerla, a la vez que descubre junto a ésta, en el suelo, el envoltorio de algún tipo de medicamento. Recoge el envoltorio junto con la nota y, a continuación, se dispone a echar un vistazo a la marca del mismo; descubre, con anonadamiento, que se trata de un tipo de somnífero capaz de dejar en cama a un caballo durante un día entero. Aturdido y confuso, echa un vistazo a la botella de cava y a las copas que reposan en el fregadero. No tarda mucho en establecer la cadena de asociaciones y a deducir que, si no hubiera sido por aquella gotera, con toda probabilidad hubiera continuado soñando con aquella malvada colegiala hasta la mañana siguiente.

 

Franz_126

 

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