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el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

        Mientras Léxico continuaba escrutando la posibilidad de que su estimada Adelita hubiera urdido semejante plan, y de que pudiera llegar a tener relación con toda aquella trama, se planteó acudir a la máxima brevedad a sus deberes laborales. Recordó que había concertado una cita con el comisario Hiato, para analizar los pormenores del caso y continuar interrogando a Begoña, con la que más tarde debería acudir al “late-night” en donde colaboraba su progenitor. 

        No obstante, halló con creciente indignación, un primordial y fastidioso inconveniente a su propósito. En el momento que se disponía a abrir la puerta del apartamento comprobó que el cierre de la misma estaba echado. No encontró, por otra parte, ninguna llave colocada por dentro, como tampoco en el cajón del mueble recibidor. Desestimó proseguir una búsqueda inútil por el resto de la vivienda, ya que era fácil deducir que la intención de Adelita había sido la de impedir su salida.

        Regresó, pues, al dormitorio. Por suerte, la tormenta parecía haber concluido; se dispuso, pues, a subir la persiana del ventanal, asomando su chamorra al exterior. Oteando la ventana situada a su izquierda y estudiando una posible escapatoria por la colindante vivienda, se decidió a auparse hasta el alféizar. Una vez sentado en éste, fue bajando su pie derecho hasta el apoyo exterior de mármol, logrando mantenerse firme sobre la estrecha cornisa; calculó que tan sólo le mediaban unos ocho metros hasta alcanzar su próxima meta, así que, envalentonado, se dispuso a avanzar recostado con su espalda en la pared. Procuró no mirar hacia el fondo del precipicio de siete plantas, no tanto por vértigo, como por no despistarse de su peligrosa tarea. No obstante, mientras posaba su mirada al frente, se topó con el encuentro de un vecino que le miraba perplejo desde el balcón del edificio opuesto. Léxico tuvo a bien corresponder con una afable sonrisa, cosa que pareció no satisfacer del todo al hombre, ya que comenzó a vociferar con histerismo: 

        -¡Dios mío! ¡No lo haga, por favor! ¡Estése quieto, se lo ruego!

        Se le mutó a Léxico la sonrisa en una mueca de espanto. Al tiempo, comprobaba cómo en otros de los balcones de enfrente la gente salía alertada por los gritos y por el posterior descubrimiento del presunto suicida. Mientras continuaba escuchando los ruegos del viejo vecino, pudo también escuchar en un tono de voz más bajo la disposición de otros vecinos a llamar a los bomberos o a la policía. No obstante, no cejó en su empeño de continuar su arriesgada andadura por la cornisa, haciendo caso omiso a los ruegos del vecindario. Una vez alcanzada la ventana colindante, pudo sentarse en el alféizar, comprobando que la persiana estaba a medio subir y que del interior de la vivienda surgía una bonita melodía en forma de estridente Heavy-Metal. Aún sentado en el alféizar, se dispuso a empujar hacia arriba la persiana y una vez que consiguió la suficiente obertura para colarse, empujó el vidrio de la entreabierta ventana. Tomó impulso y logró caerse dentro de la habitación, mientras el sonido de la música se hacía mucho más perceptible. Mientras se incorporaba, se halló con las patas de una cama, en cuyo edredón reposaban también las patas y el tronco de un joven adolescente. El chaval dejó caer el cómic que, probablemente, estaba tratando de leer, y se quedó mirando perplejo al intruso. Al cabo, mientras Léxico sonreía amigable, el chico espetó: 

        -¡Cagonlaputa! ¡Si es el mismísimo Hombre Araña!

        Mientras Léxico reía la ocurrencia del adolescente, escuchó la llamada proveniente de detrás de la puerta de la habitación, a la par que con su dedo índice en los labios instaba a mantener silencio al chico. No obstante, comprobó cómo la puerta se abría y una mujer cuarentona hacía acto de aparición: 

        -Venga, Richi, que ya está la com... –se interrumpió de sopetón la mujer al descubrir al presunto caco.

        -¡Mira, vieja! –soltó el chaval-. Te presento al mismísimo Spider Man. 

        Antes de que Léxico pudiera abrir la boca, la mujer comenzó a gritar histérica, cogiendo a su hijo por el brazo y casi arrastrándolo hacia el exterior de la habitación. Mientras Léxico salía detrás de ellos tratando de dar explicaciones y mostrando su placa de detective, mujer y adolescente ya habían salido pitando por la puerta del piso.

        Así, pues, con parsimonia, Léxico se dispuso a salir de la vivienda. Se dirigió hacia el ascensor. Entró y pulsó el botón de la planta baja. Al minuto llegó al portal, mientras escuchaba una serie de sirenas de diferente calibre en el exterior. Abrió la puerta del portal y observó cómo en la calle se apelotonaban dos o tres coches de bomberos, una ambulancia y dos patrullas de la policía. Mientras veía pasar de aquí a allá una serie de uniformados bomberos, decidió mirar a uno y otro lado de la calle y, esta vez, con más presteza y diligencia, se dispuso a alcanzar lo antes posible la esquina.

Franz_126

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