Crimen Desorganizado, S.A.
Subieron a un taxi y se dirigieron hacia Callejas, el barrio matriceño donde se encontraba la calle que Samir les había indicado. Durante el transcurso del viaje, Léxico felicitó a Suspensivo por su rápida y hábil actuación en la zaga del marroquí. Suspensivo hizo una mueca sonriente, a la vez que se soplaba las uñas de sus dedos. En ese preciso instante, Léxico recibió una llamada a su móvil. Descolgó y escuchó la esperada voz del comisario Hiato.
-“Léxico. ¿Qué tal va todo?”
-Viento en popa, comisario... –respondió el detective-. Estamos tras la pista de un sospechoso, para más señas, de origen oriental.
-“Ah, perfecto... Precisamente quería informarte sobre los sospechosos de los cuales pediste información. Bueno, respecto a Adela Bienservida, nada que añadir. No se ha encontrado ningún indicio, ni criminal ni de ninguna clase, además de que no está fichada... No obstante, respecto a Li Jung So, hemos descubierto algo importante. Fichado y arrestado varias veces por la policía, por chanchullos y delitos de poca monta. No obstante, tenemos datos que lo relacionan con ciertas mafias literarias, además de haber hecho trabajitos de matón para ciertos peces gordos relacionados con asuntos criminales. De hecho, está en busca y captura por supuesto homicidio a un profesor de literatura de la Facultad de Letras de Talabanca.”
-Hum... Ya veo... –rumió Léxico-. Muchas gracias, comisario. Le seguiremos informando en adelante.
Léxico estuvo cavilando sobre lo que el comisario había dicho y, en parte, le alivió saber que Adelita no tenía ningún antecedente. Aunque parecía obvio que debía tener alguna relación directa con el caso. No había podido, por otra parte, localizarla durante aquellos días, ya que su teléfono no daba señal alguna. Lo cierto es que sentía una especie de amor-odio por aquella fugaz amante que de sopetón había resultado ser una manzana podrida dentro del cesto de aquel caso. No obstante, se decía que todo debería quedar resuelto en breve, ya que estaban en camino de cazar a aquel chino que les proporcionaría con toda seguridad una vía directa hacia el cabecilla de aquella conspiración.
Llegó el taxi, pues, a la entrada de la calle Río Rojo. Léxico pidió que les dejara allí mismo. Bajó Suspensivo, mientras Léxico pagaba al conductor. A continuación, Suspensivo ayudó a bajar a Léxico, y se dirigieron por la estrecha calle en busca del número veintisiete. Anduvieron un tramo de la calle, por la cual se toparon con algún que otro yonqui, algún que otro mendigo borracho tumbado en la acera, y alguna que otra prostituta que les ofreció lasciva e inquisitorialmente sus servicios. Léxico tuvo que soltar una muleta y coger por el cuello a Suspensivo, que casi se deja atrapar por las redes de una perspicaz meretriz.
Pudieron zafarse finalmente de las diversas ánimas en pena que circundaban la calle y llegaron a un gran portalón custodiado por un gorila que les miró de arriba abajo, con cara de pocos amigos. Léxico echó la vista al número que colgaba en la parte superior del arco de la puerta y pudo comprobar que se trataba del veintisiete.
Franz_126
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