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el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A. Léxico se disponía a entrar en el edificio pasando por delante de aquel tipo; no obstante, se topó con el enorme brazo de aquel gigante delante de sus narices.

        -¿Dónde creerrr tú que irrr? –inquirió el gordo pelirrojo, con deje germánico-. Esto ser edifisio prrrivado... Largar de aquí ya o despachurrar a tú ahorrra mismo. 

        Mientras decía esto, el gigante se vio atrapado por el cuello y agarrado por el brazo; Léxico comprobó atónito, una vez más, cómo su compañero Suspensivo se las había ingeniado para hacer un rápido movimiento y una hábil llave de judo que lograron abatir al gordo alemán y abalanzarlo al suelo. Mientras Léxico mostraba su identificación de detective literario, Suspensivo esposó al gorila a la farola que había junto a la acera.

        -Siento que mi compañero haya tenido que emplear estos poco ortodoxos métodos, pero debemos proseguir con una misión que nos ha sido encomendada. 

        Mientras el alemán continuaba profiriendo juramentos en su lengua, Suspensivo y Léxico ya se habían adentrado en el portal. Se dirigieron hacia las escaleras, comprobando con frustración que la vivienda no disponía de ascensor.

        Suspensivo ayudó a Léxico a lograr a trancas y barrancas el reto de alcanzar el cuarto piso. Entre los pisos intermedios se toparon con algún que otro tipo con pintas poco zalameras, aunque pudieron proseguir su camino, hasta llegar al cuarto piso, puerta tercera. Misteriosamente, el húmedo silencio reinante en el rellano no mostraba signos apreciables de vida. 

        Llamó Suspensivo varias veces a la puerta, sin obtener una satisfactoria respuesta. Tras la insistencia, Léxico instó a su compañero para que tratara de derribar la puerta. Con una seca y firme patada de Tae-Kwondo, logró Suspensivo abatir el obstáculo. Por fin Léxico sonrió ante la sabia decisión del comisario de proporcionarle a tan extraño, aunque eficaz compañero.

        Encendieron la luz de la vivienda, mientras Léxico anunciaba su presencia. No obtuvieron respuesta. Sigilosamente, Suspensivo abrió el camino a su superior, y se dirigieron por un estrecho corredor hasta el fondo. Antes, fueron echando un vistazo por las dos habitaciones contiguas, el lavabo y la cocina. Todas las estancias se encontraban deshabitadas, aunque llenas de cajas y utensilios de transporte varios. Llegaron hasta el comedor, decorado con un austero aunque atestado mobiliario. Se dirigieron hacia una puerta al fondo, junto a un pequeño balcón. Abrió Suspensivo la puerta y dio al interruptor de la luz. Suspensivo instó a Léxico a que viniera a echar un vistazo, haciendo un insistente movimiento de su mano. Léxico se asomó a la estancia y descubrió un montón de cajas y de libros apilados en gruesos montones. Echó la mano a uno de aquellos ejemplares y leyó la portada: “Sabor a fuel”, por A.R. Quilmada. Fue echando un vistazo a los libros que se apilaban en el montón, comprobando que se trataban de cientos de copias del mismo ejemplar. Parecía que, finalmente, habían destapado el nido de ratas. Ahora tan sólo faltaba saber por qué alcantarilla andaba circulando el roedor. 

        -Abre todas esas cajas, Suspensivo... –instó Léxico a su compañero-. Mientras tanto iré a echar un vistazo por el resto de la casa...

        No obstante, un fuerte golpe en la nuca le impidió momentáneamente llevar a cabo su propósito.

Franz_126

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