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el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A. Al día siguiente, Cándido estuvo explicando a Léxico los pormenores acontecidos por la mañana. Mientras el viejo bibliotecario hablaba, Léxico observó con curiosidad el enorme promontorio en forma de chepa situado en su espalda. Observó también una cierta expresión de melancolía, a pesar de su aparente ánimo al hablar:

-...Verá agente... Con sinceridad... no sé muy bien cuántos estudiantes estuvieron aquí por la mañana... ¡Ah, sí, ya recuerdo, recórcholis! Fueron veintidós... Aunque... ahora que lo pienso... creo que esos fueron el miércoles, y usted se refiere al jueves... Pues quizá unos quince... ¡Ah, ahora que recuerdo...! El miércoles estuvo por aquí un famoso editor, que, por cierto, he de confesarle que es íntimo amigo mío... Se llama José Manuel Vara... ¡Oh, no! Perdone... Ahora lo recuerdo con exactitud... Fueron dieciocho estudiantes...

Mientras Léxico continuaba escuchando aquel galimatías, llegó a la conclusión de que no podía fiarse de aquel viejo. No obstante, le sorprendió el dato sobre José Manuel Vara.

-Y... dígame... –quiso saber Léxico-. ¿Dice que el miércoles estuvo por aquí el famoso editor José Manuel Vara?

-¿Qué? ¿José Manuel... qué? –interrogó a su vez con insólita extrañeza el bibliotecario-. No, hombre, no... Le digo que el otro día fui a pasar el fin de semana en la torre de mi amigo José Manuel Garza, que es un conocido auditor en la ciudad...

Léxico se percató de que aquel hombre necesitaba una jubilación cuanto antes. Iba a ser difícil continuar la investigación con un testigo cuya razón comenzaba a ser tan dispersa. No obstante, no estaba dispuesto a claudicar, e hizo un último intento en pos de averiguar algún otro dato.

-Esto... caballero. Dígame. ¿Hay alguna manera de averiguar si los estudiantes que pasaron por la biblioteca están matriculados en la Facultad?

-¡Pues claro, hombre! –respondió con sorpresiva rotundidad-. Haberlo dicho antes... Cada día, al entrar en la biblioteca, los estudiantes deben dejar su carné en recepción. Nosotros pasamos la banda magnética por el aparatito y sus datos quedan introducidos en el ordenador.

Léxico estuvo a punto de pronunciar un cruel taco a la cara de aquel pobre anciano, aunque logró contenerse. Tomando de nuevo una afable sonrisa se dirigió a Cándido:

-Buen hombre... ¿Sería tan amable usted de cederme su ordenador para echar un vistazo?

-Pues claro, hombre, faltaría... –respondió con camaradería-. Y si quiere yo le enseño luego mi colección de fotografías del Play-Boy.

Franz_126

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