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el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A. Léxico pudo localizar en el ordenador a catorce estudiantes que visitaron la biblioteca aquel día. No obstante, se centró en los seis que correspondían a primer curso, ya que en uno de los bolsillos de la mochila se había encontrado un programa de inicio de carrera. Estaba, pues, decidido a proyectar su plan de búsqueda y a entrevistar a aquellos estudiantes. No obstante, reanudaría su investigación al día siguiente, ya que aquel había sido un largo y agotador día.

A primera hora de la mañana había quedado en la puerta de la cafetería con Adelita. Mientras Léxico apuraba un trago del negruzco líquido de su petaca, vio aparecer por entre la arboleda del patio a Adelita junto a un tipo desconocido, ambos enlazados del brazo. Adelita, sonriente, se dirigió a Léxico:

-Hola, guapetón. Te traigo una sorpresa... Te presento a Ceferino. Cefe, para los amigos.

Ya en el bar, Cefe –un pariente lejano de Adelita- comenzó a explicar a Léxico los detalles de su testimonio:

-Verá, agente... –comenzó Cefe-. Soy chileno y estos días he estado por aquí de visita. El día de autos estaba yo en la biblioteca, frente a la pantalla de un ordenador, escribiendo una historia para un juego de una estupenda página de Internet. Entonces, me giré, y me percaté que el individuo que se hallaba a mi lado se levantaba súbitamente y se marchaba. Aunque me extrañó bastante su reacción, no le di mayor importancia. Entonces, hablando ayer con Adelita, me comentó el caso de la mochila y que la había hallado justo en el lugar que aquel tipo ocupaba. Es por eso, caballero, que le cuento esto...

Léxico esbozó una cordial sonrisa ante aquel afable hombre que, a sus ojos, bien parecía un oráculo.

-Y dígame, Cefe... –escrutó Léxico-. ¿Qué aspecto tenía ese joven?

-¿Joven? –se extrañó Cefe-. Yo diría más bien que era un hombre ya entrado en años... A ojo de buen cubero, le echaría unos ochenta...

Léxico se sorprendió de aquella paradoja. Hizo un repaso mental a las fotografías de los seis estudiantes y concluyó que ninguno de ellos se correspondía con esa edad. Entonces, apremiante, propuso:

-¿Qué te parece –se dirigió a Adelita- si nos vamos a abrir la biblioteca, que ya son horas? Y de paso echamos un vistazo al ordenador...

-Tus deseos son órdenes para mí, encanto... –respondió seductora Adelita.

Franz_126

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