Crimen Desorganizado, S.A.
Léxico acababa de ponerse la barba postiza y unas metálicas gafas de sol, cosa que hizo que la decana soltara una tímida risilla. Mientras ésta servía a Léxico una nueva taza de café de la máquina
de su despacho, se escucharon unos toques en la puerta. Se dirigió la mujer hasta la puerta y, abriéndola, se encontró frente a la desgarbada, aunque estilizada, figura de Begoña Mataporros. Ésta, con cara fastidiosa, se dirigió a la mujer:
-Bueno, aquí estoy, tí... digo, señora dire... Bueno, ¿me va a dejar usted entrar, o ya me puedo ir?
-Pasa, pasa, Begoña... contestó presta la decana-.
Begoña entró en el despacho y echó una curiosa ojeada a las paredes adornadas por las orlas; al instante, descubrió a Léxico sentado junto a la mesa del ordenador; aunque le pareció un hallazgo inesperado y extraño, no reconoció al tipo que el día anterior le había estado persiguiendo.
-¿Y éste quién coño es, señora?
-¡Oh, perdona, Begoña! se disculpó la decana-. Permíteme que te presente a Saul Gómes: es profesor de Literatura Contemporánea, y será él quien te ayude con tu monográfico...
Mientras Begoña se sentaba en la silla colocada enfrente del escritorio, Léxico se incorporó y se acercó a la estudiante.
-Doctor Saul Gómes, para servirte, preciosa... se dirigió Léxico.
-Encantada, encanto... contestó burlona Begoña. Mientras saludaba a Léxico, escuchó cómo a sus espaldas la decana cerraba con llave el despacho, cosa que le pareció de mal agüero-. ¡Hey, qué pasa! ¿Es que acaso vamos a montar una orgía?
-Ja, ja, ja... rió ruidosamente Léxico-. ¡Qué sentido del humor tiene nuestra estudiante! ¿No es cierto, señora decana?
Mientras la decana asentía sonrojada, Begoña observó con detenimiento la gabardina que colgaba del perchero contiguo.
-Esa gabardina... dijo pensativa, casi entre dientes-.
-¿Qué dices, niña? preguntó Léxico mientras se quitaba indeliberadamente las gafas.
Begoña se fijó en los ojos de Léxico; hizo un rápido, aunque escrutador estudio de su físico, y volviendo a echar un vistazo a la gabardina, logró llegar a una más que firme asociación de ideas y coincidencias. Enseguida, sus ojos se dispararon, mientras su cuerpo y su mente urdían un rápido y eficaz intento de huida.
-¿Qué te ocurre, Beg...?
Léxico no pudo acabar su frase, ya que, inesperadamente, se topó con una avalancha de papeles y utensilios de escritorio que habían salido despedidos de las ágiles manos de Begoña. A continuación, recibió una contundente patada en su espinilla derecha, cosa que hizo que el agente se tuviera que agachar quejumbroso en el suelo. A continuación, se dirigió encolerizada la estudiante a la decana, y se dispuso a un forcejeo para arrebatarle las llaves que ésta sujetaba con fuerza en su mano. Una presión en su brazo derecho, y un frío acero en su nuca, calmaron súbitamente los ánimos agresivos de la estudiante, mientras la voz de Léxico susurraba a su espalda:
-Me temo que los jueguitos ya se han acabado, muñeca... Estate quietecita y haz el favor de sentarte justo donde estabas. Recuerda que tenemos que seguir hablando de literatura... y de mafias literarias...
Léxico llevó a Begoña hasta la silla; le hizo poner las manos en la espalda y la esposó. Comunicó a Begoña que estaba detenida como sospechosa de crimen literario. Minutos más tarde, llamó al Comité Central para pedir refuerzos, y una vez llegados, se llevaron a Begoña Mataporros para realizarle un detallado interrogatorio.
Franz_126
de su despacho, se escucharon unos toques en la puerta. Se dirigió la mujer hasta la puerta y, abriéndola, se encontró frente a la desgarbada, aunque estilizada, figura de Begoña Mataporros. Ésta, con cara fastidiosa, se dirigió a la mujer:
-Bueno, aquí estoy, tí... digo, señora dire... Bueno, ¿me va a dejar usted entrar, o ya me puedo ir?
-Pasa, pasa, Begoña... contestó presta la decana-.
Begoña entró en el despacho y echó una curiosa ojeada a las paredes adornadas por las orlas; al instante, descubrió a Léxico sentado junto a la mesa del ordenador; aunque le pareció un hallazgo inesperado y extraño, no reconoció al tipo que el día anterior le había estado persiguiendo.
-¿Y éste quién coño es, señora?
-¡Oh, perdona, Begoña! se disculpó la decana-. Permíteme que te presente a Saul Gómes: es profesor de Literatura Contemporánea, y será él quien te ayude con tu monográfico...
Mientras Begoña se sentaba en la silla colocada enfrente del escritorio, Léxico se incorporó y se acercó a la estudiante.
-Doctor Saul Gómes, para servirte, preciosa... se dirigió Léxico.
-Encantada, encanto... contestó burlona Begoña. Mientras saludaba a Léxico, escuchó cómo a sus espaldas la decana cerraba con llave el despacho, cosa que le pareció de mal agüero-. ¡Hey, qué pasa! ¿Es que acaso vamos a montar una orgía?
-Ja, ja, ja... rió ruidosamente Léxico-. ¡Qué sentido del humor tiene nuestra estudiante! ¿No es cierto, señora decana?
Mientras la decana asentía sonrojada, Begoña observó con detenimiento la gabardina que colgaba del perchero contiguo.
-Esa gabardina... dijo pensativa, casi entre dientes-.
-¿Qué dices, niña? preguntó Léxico mientras se quitaba indeliberadamente las gafas.
Begoña se fijó en los ojos de Léxico; hizo un rápido, aunque escrutador estudio de su físico, y volviendo a echar un vistazo a la gabardina, logró llegar a una más que firme asociación de ideas y coincidencias. Enseguida, sus ojos se dispararon, mientras su cuerpo y su mente urdían un rápido y eficaz intento de huida.
-¿Qué te ocurre, Beg...?
Léxico no pudo acabar su frase, ya que, inesperadamente, se topó con una avalancha de papeles y utensilios de escritorio que habían salido despedidos de las ágiles manos de Begoña. A continuación, recibió una contundente patada en su espinilla derecha, cosa que hizo que el agente se tuviera que agachar quejumbroso en el suelo. A continuación, se dirigió encolerizada la estudiante a la decana, y se dispuso a un forcejeo para arrebatarle las llaves que ésta sujetaba con fuerza en su mano. Una presión en su brazo derecho, y un frío acero en su nuca, calmaron súbitamente los ánimos agresivos de la estudiante, mientras la voz de Léxico susurraba a su espalda:
-Me temo que los jueguitos ya se han acabado, muñeca... Estate quietecita y haz el favor de sentarte justo donde estabas. Recuerda que tenemos que seguir hablando de literatura... y de mafias literarias...
Léxico llevó a Begoña hasta la silla; le hizo poner las manos en la espalda y la esposó. Comunicó a Begoña que estaba detenida como sospechosa de crimen literario. Minutos más tarde, llamó al Comité Central para pedir refuerzos, y una vez llegados, se llevaron a Begoña Mataporros para realizarle un detallado interrogatorio.
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