Crimen Desorganizado, S.A.
Don Herminio Azulado se disponía a concluir la clase del día, en la que había dado unos apuntes acerca de los autores Románticos de principios del XIX en Gran Bretaña. Antes de recoger su cartera, no obstante, se dirigió a una de sus jóvenes estudiantes:
-Ah, por cierto... Señorita Mataporros: me gustaría comunicarle una relevante información antes de que parta hacia mi próximo destino horario instructivo. Si es tan amable de dirigirse al estrado...
-Joder... La hemos cagao... dijo entre dientes, dirigiéndose a su compañera-. ¿Qué te juegas a que me enseña la chuleta que se topó el otro día?
Bajó las escaleras hasta el estrado del profesor, no sin antes depositar un moco que acababa de hurgar de su nariz en la superficie lateral de uno de los pupitres. Una vez los estudiantes hubieron abandonado el aula se acercó a don Herminio, estirando con un dedo el chicle que apretaba con sus sonrientes y provocativos dientes:
-¡Qué pasa, plasta! soltó al profesor-. A ver qué tripa te se... digo... ¿qué he hecho yo ahora?
-Tranquila, Begoñita... se dirigió sonriente a la estudiante-. No pasa nada... Sólo es para decirte que tienes que pasar por el despacho de la decana... Quiere comentarte algún detalle sobre el guión del monográfico...
-¡Oye, tío! ¡Me soltaste que después del trabajillo que te hice en tu despacho no me preocupara por el excelente!
-Ya... Descuida, princesita... Es sólo un trámite... Ya sabes, para no levantar sospechas...
-Brrrr... No sé, no sé... vaciló Begoña, mientras se enrollaba el chicle en el dedo índice-. Bueno... Pero que conste que lo hago por misericordia... A cambio, ya sabes... La semana que viene no vengo a clase...
-Valeeee... Está bien. Pero tienes que ir enseguida. La decana te está esperando...
-¡Ah! dijo la estudiante, ya saliendo por la puerta del aula y después de escupir el chicle-. Y como me vuelvas a llamar otra vez Begoñita, princesita o alguna mariconada de esas... te meto una leche que te se incrustan las gafas de botella en la napia...
Salió Begoña de clase dando un portazo y se fue en dirección al segundo piso donde se encontraba el despacho de la decana-, no sin lanzar unos cuantos escupitajos a las orlas que colgaban del corredor situado junto al hall de la entrada. Ya en las escaleras, se sacó del bolsillo otro chicle y, desenvolviéndolo, se lo introdujo en su tan refinada y lisonjera boca.
Franz_126
-Ah, por cierto... Señorita Mataporros: me gustaría comunicarle una relevante información antes de que parta hacia mi próximo destino horario instructivo. Si es tan amable de dirigirse al estrado...
-Joder... La hemos cagao... dijo entre dientes, dirigiéndose a su compañera-. ¿Qué te juegas a que me enseña la chuleta que se topó el otro día?
Bajó las escaleras hasta el estrado del profesor, no sin antes depositar un moco que acababa de hurgar de su nariz en la superficie lateral de uno de los pupitres. Una vez los estudiantes hubieron abandonado el aula se acercó a don Herminio, estirando con un dedo el chicle que apretaba con sus sonrientes y provocativos dientes:
-¡Qué pasa, plasta! soltó al profesor-. A ver qué tripa te se... digo... ¿qué he hecho yo ahora?
-Tranquila, Begoñita... se dirigió sonriente a la estudiante-. No pasa nada... Sólo es para decirte que tienes que pasar por el despacho de la decana... Quiere comentarte algún detalle sobre el guión del monográfico...
-¡Oye, tío! ¡Me soltaste que después del trabajillo que te hice en tu despacho no me preocupara por el excelente!
-Ya... Descuida, princesita... Es sólo un trámite... Ya sabes, para no levantar sospechas...
-Brrrr... No sé, no sé... vaciló Begoña, mientras se enrollaba el chicle en el dedo índice-. Bueno... Pero que conste que lo hago por misericordia... A cambio, ya sabes... La semana que viene no vengo a clase...
-Valeeee... Está bien. Pero tienes que ir enseguida. La decana te está esperando...
-¡Ah! dijo la estudiante, ya saliendo por la puerta del aula y después de escupir el chicle-. Y como me vuelvas a llamar otra vez Begoñita, princesita o alguna mariconada de esas... te meto una leche que te se incrustan las gafas de botella en la napia...
Salió Begoña de clase dando un portazo y se fue en dirección al segundo piso donde se encontraba el despacho de la decana-, no sin lanzar unos cuantos escupitajos a las orlas que colgaban del corredor situado junto al hall de la entrada. Ya en las escaleras, se sacó del bolsillo otro chicle y, desenvolviéndolo, se lo introdujo en su tan refinada y lisonjera boca.
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