Crimen Desorganizado, S.A.
Después de haber obtenido la dirección de la casa de campo, Léxico y sus hombres se dirigieron hacia allí. Se hicieron valer de nuevo de la sirena de la ambulancia, con la intención de llegar lo antes posible al lugar. Recorrieron unos veinte kilómetros por una carretera en dirección a Márava. Se internaron por un camino de tierra, custodiado por un campo de olivos. Finalmente, llegaron hasta “La Poderosa”, una enorme finca perteneciente a Julio Ermita. Se detuvo la ambulancia. Se dirigieron hacia la casa; no obstante, Léxico comenzó a escuchar unos gritos a lo lejos, que parecían provenir tras un establo situado junto a la casa. Se dirigieron hasta allí con presteza. Tras el establo, descubrió un arenoso cercado de madera y, en el centro, descubrió una mujer atada de pies y manos, inmóvil: adivinó los gritos de Adelita, que parecía incapaz de realizar cualquier movimiento. Junto al corral, descubrió a Julián Guñoz, que se apostaba junto a la puerta que daba al contiguo toril. Cuando Léxico se encontraba a pocos metros de Julián Guñoz, éste interpuso amenazante:
-Ni un paso más, Léxico... Porque... supongo que usted es el famoso Bebo Léxico, ¿no es cierto?-Así me conocen... No puedo decir, dadas las circunstancias, que sea un placer conocerle...
En ese momento, Guñoz comenzó a carcajearse insensatamente, tratando de imitar un cierto sarcasmo malvado que a Léxico se le antojó patético.-Ja, ja, ja... –continuó Guñoz que, instantáneamente, empuñó un revólver en dirección a Léxico-. ¡Vaya! Parece ser que está en una mala racha, señor Léxico... ¿Qué fortuito accidente le ha ocurrido en esta ocasión, amigo? Ja, ja, ja...
-El único accidente que puede echar al traste mis planes es la muerte, caballero... Cosa que, a pesar de los intentos de su oriental colaborador, no ha sucedido...-Ja, ja, jaaa... Ya veo que es usted duro de pelar, amigo... –cambió su expresión y afligió falsamente su semblante-. Pero... ¿no cree que el mejor lugar para lograr recuperarse pueda ser el hospital? –sugirió echando una ojeada a los enfermeros-. Además, en cuanto abra la puerta del toril para que salga mi más bravo astado, me temo que su amiguita estará encantada en hacerle compañía... O, quizá, no... Ja, ja, ja...
-Le ordeno que no lo haga, amigo... –amenazó Léxico, levantando su brazo y señalando a Guñoz-.En ese momento, Guñoz dejó de apuntar a Léxico y dirigió su cañón hacia Adelita, que comenzó de nuevo a gritar con pánico.
-No se te ocurra hacer nada, o me la cargo directamente de un tiro... –amenazó, a su vez, Guñoz.En ese instante, Léxico hizo apretar un botón instalado en la cruceta, haciendo que un chorro del líquido negruzco diluido en el agua impactara al instante en la cara de Guñoz. Éste comenzó a retorcerse y a frotarse la cara con su mano libre, mientras con la otra acertó a lanzar un tiro con su revólver, antes de caer al suelo. En ese instante, Léxico escuchó un breve gemido de dolor, comprobando que Adelita caía a la arena del corral. Se dirigió rápidamente hacia Guñoz que, quejumbroso, y dando gritos de sufrimiento, se palpaba con las manos la cara. Desenfundó Léxico su revólver, a la vez que uno de sus acompañantes enfermeros recogía el de Guñoz, mientras que el otro le ponía las esposas. A continuación, instó al que le había esposado para que fuera a atender rápidamente a Adelita.
Mientras trataban de llevar a Adelita hasta la ambulancia, escucharon cómo un coche situado detrás de la casa accionaba el motor y salía por el camino. A lo lejos, se oían las sirenas de los coches patrulla, que impedirían instantes después la inútil huída de Julio Ermita padre.Franz_126
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