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el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

Los hombres de Gonzalo Buenos días dispusieron en el mínimo tiempo posible todo lo necesario para que el plan de Léxico surtiera efecto. Al cabo, pues, llegaron a la comisaría con varios tubos de suero, un soporte con su correspondiente botella, varias vendas, esparadrapo y tiritas, además de un par de batas de enfermero. Léxico comenzó a instalarse los tubos por su brazo, enganchándoselos con el esparadrapo; a continuación, se fijó una cruceta con dos tiritas cruzadas y dejó abierto el canal que la unía con el tubo. Abrió la botella de suero vacía; la relleno con un poco de agua y, a continuación, tomó su petaca. Echó un breve sorbo del negruzco líquido y a continuación vertió el resto en la botella. Cerró la botella, uniendo el extremo del tubo que tenía enganchado en el brazo. 

        Acto seguido, uno de los números, vestido con la bata de enfermero, tomó la botella de suero y la colocó en su soporte. Salieron los dos enfermeros junto a Léxico. Subieron a una ambulancia prestada y se dirigieron con la sirena puesta hacia la urbanización “Los Rosales”, seguidos de lejos por dos coches patrulla.

        Llegaron a las inmediaciones de la calle “Talytal”; se detuvo la ambulancia junto a la casa. Bajó Léxico, acompañado de los dos disfrazados números. Ante el sonido de la sirena, varios vecinos se asomaron a ver qué pasaba; afortunadamente, cuando ya se dirigían hacia la casa, el trajeado mayordomo salió a abrir la puerta, con cierta curiosidad también ante la alarma. 

        -Señor Léxico... –le comunicaba uno de los enfermeros-. ¿Está usted seguro de lo que hace? Mire que acaba de salir de un grave accidente...

        -No se preocupe, enfermero... –se dirigió impostando la voz-. Buenos días, caballero –saludó al mayordomo-. Me gustaría hablar con su señor; es urgente y no hay posibilidad a negarse... 

        El mayordomo no supo que decir, mientras Léxico entraba ya por el jardín acompañado de los dos enfermeros. Finalmente, se decidió a informar.         -Lo siento, agente... Pero el señor Ermita no se encuentra en casa.

        -Bah. No le creo... –siguió Léxico avanzando por el jardín-. Seguro que estará dándose el lote en la piscina, con sus sirenitas... 

        -Bien, como quiera... –se resignó el mayordomo-. Puede registrar toda la casa, si lo desea, pero no le encontrará.

        Léxico entró en la casa por el amplio corredor y, con la ayuda de sus acompañantes, fue echando una ojeada a las estancias contiguas. Finalmente, llegaron hasta el jardín de la piscina, sin hallar rastro alguno de los sospechosos. Parecía que lo que el mayordomo les decía era cierto: la casa había sido abandonada. No obstante, mientras Léxico se quedaba hablando con el mayordomo, ordenó a sus dos hombres que registraran todos los rincones de la mansión. 

        -Bien, y dígame: ¿a qué lugar se ha dirigido su señor? –inquirió-. Y sepa que desde este mismo momento usted es sospechoso de un grave caso de crimen literario. Así que le sugiero que diga la verdad.

        El mayordomo pareció sorprendido. Enseguida, sin vacilación alguna, respondió. 

        -Pues lo cierto es que no me dijo adónde se dirigía... –señaló el mayordomo-. Pero lo más probable es que se haya marchado a su casa de campo en las afueras, ya que suele ir con su amigo Julián, que normalmente le acompaña...

        -¡Ahá! –asintió Léxico-. Muchas gracias. No obstante, me temo que deberá permanecer en comisaría, hasta que el caso esté resuelto. 

        Léxico llamó a los refuerzos que esperaban unos metros alejados de la casa, con la intención de que acompañaran al mayordomo hasta comisaría.

 

Franz_126

 

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