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el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A. Léxico y Suspensivo tomaron el vuelo que hacía de puente aéreo entre Barmolona y Matriz. Léxico se entretuvo dando unos tragos a su “negruzca” petaca, a la par que contaba viejas anécdotas del cuerpo a su compañero, además de a las acolchadas paredes del avión. Por su parte, Suspensivo giraba de vez en cuando su cabeza para soltar una mueca simpática a su contertulio, mientras contemplaba con semblante de mirlo el paisaje celeste que se atisbaba por la pequeña ventanilla. Al cabo de unos instantes, Léxico se percató de la peculiar estampa de aquel casi autista compañero.
 
        Llegados al aeropuerto de Matriz, tomaron un taxi y se dirigieron al hotel donde tenían reservada una habitación doble. Por suerte, Léxico comprobó que las camas estaban separadas por un biombo plegable, que se encargó de desplegar alegando a su acompañante la necesidad y la costumbre de dormir entre cuatro paredes. No del todo contento, se aseguró de dejar su revólver bien cerca de la almohada, pues no se fiaba de los tipos que tenían por costumbre dormir en cuclillas o también llamada “posición de loto”.
 
        Aquella noche, por descontado, volvió a soñar: en este caso, soñó con un pajarillo con las alas cruzadas que, por muchos esfuerzos que hiciera abriendo el pico, no lograba articular ni un pío-pío.
 
        Por la mañana, Léxico despertó acartonado. Pudo alcanzar las muletas y se dirigió a la otra parte del biombo. Para su sorpresa, halló a su compañero de habitación tumbado en el suelo, justo al lado de su cama. Léxico emitió un sonoro bostezo y, en un santiamén, Suspensivo se puso en pié, abriendo los ojos como platos y mostrando una sonrisa ante la que Léxico correspondió con un gesto de sorpresa.
 
        Tras salir del hotel, pues, tomaron un taxi. Suspensivo ayudó a Léxico a colocar su pierna en el asiento, ante lo cual Léxico logró articular un gracias acompañado de una leve sonrisa.
 
        Llegaron a la Plaza de Poniente a media mañana. Salieron del taxi y se dirigieron al mercadillo. Entre el gentío, comenzaron a buscar los puestos de lencería potencialmente localizables. Tras un rato, lograron localizar uno, aunque la dependienta, además de pertenecer al género femenino, correspondía a la identificable etnia gitana.
 
        -¡Mira, guapo, mi arma! –se dirigió efusivamente la gitana cuando Léxico se aproximaba-. Mira las braguitas bonitas que tengo pá tu muher... Cinco dó euro, mi arma... Anda, no sea rata, salao...
 
        -Verá... –explicó Léxico-. Yo se las compraría, pero es que estoy soltero, y sin compromiso, señora...
 
        -Anda, saborío... No seas asín –saltó la gitana-. Pos por lo meno pá tu hermana, o pá tu tía la del pueblo...
 
        -Está bien... –recapacitó Léxico-. Te las compro si me dices una cosa... ¿Sabes dónde se encuentra el puesto de Samir?
 
        -¡Válgame! –espetó la gitana-. Anda que te ví a desir ande está el moromierda ese de la competensia...
 
        -Puedo pagarte bien esas braguitas... –sobornó Léxico, con un billete de cincuenta euros en la mano-. Venga, mi arma...
 
        Acto seguido, la gitana dio las señas del puesto, recogiendo el billete y entregando a Léxico una bolsa con ocho braguitas, dos sostenes y una liga.
 
        -Espero que tengas muchas hermanas, sobrinas, nietas o suegras... –le comunicó Léxico a Suspensivo, mientras le hacía entrega de la bolsa-.
 

        -¡...! –rió su compañero para sus adentros. 

 

Franz_126

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