Blogia

el expreso de medianoche

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

Esta vez no soñó. Hecho insólito desde un tiempo a esa parte. No hubo pesadillas, o al menos, no recordaba haberlas tenido. Recién abiertos los ojos, no obstante, tuvo la sensación de que una especie de pesadilla le invadía su subconsciente. Un tipo extraño, con cara y expresión extraña, y haciendo unas muecas no menos extrañas, le daba tortas reanimadoras en ambos carrillos. Se incorporó alarmadamente. Detuvo los brazos de aquel tipo, reclamando una explicación. No obstante, aquel extraño no respondía, por muchos ruegos que le hiciera. Se quedó a solas un instante, al cabo del cual regresó aquel mudo blandiendo un libro delante de sus narices, a la par que arqueando sus pobladas cejas. Le arrebató el libro impacientemente y echó un vistazo a la portada: “Sabor a fuel”, por A. R. Quilmada. Aquel nombre hizo que comenzara a recobrarse de su efímera amnesia. Paulatinamente fue recomponiendo su memoria, a la par que comenzaba a reconocer a aquel personaje digno de pesadilla. También comenzó a notar un agudo dolor en su nuca, cosa que le hizo apreciar de nuevo la realidad. Su compañero se encogió de hombros, a la vez que extendía sus manos con gesto de impotencia.

        -Oh... Vaya... Suspensivo –se dirigió Léxico, mientras palpaba su vendaje en la cabeza-. ¿Qué demonios ha ocurrido?  

        Acto seguido, vio cómo su ayudante sacaba su teléfono móvil y marcaba un número. A continuación le pasó el aparato a Léxico, que le agradeció su eficaz respuesta y sin par locuacidad. Después de tres tonos, una voz familiar le saludó exultante.

        -¡Hola, Léxico! ¿Estás ahí? –inquirió el comisario Hiato-. ¡Habéis hecho un trabajo estupendo! Y creo que debes estar orgulloso de la inestimable ayuda de tu hábil compañero. Por cierto... ¿Qué tal estás?

        -Dejando a un lado esta repentina y taladrante migraña, bien... 

        -Me alegro... –respondió Hiato-. Bueno, verás... Suspensivo me ha contado todo... Después de que hallarais la mercancía un tipo te golpeó por la espalda. Suspensivo, que se percató enseguida del peligro, desenfundó sus nuchacos y acertó a desarmar al tipo de su amenazante revólver. El sospechoso no tuvo más remedio que salir corriendo, ante los movimientos intimidatorios de Suspensivo. Éste trató de perseguirle; no obstante, el tipo salió a toda mecha, y Suspensivo, ante la situación, optó por regresar y preocuparse por tu estado de salud...

        -¿Todo eso se lo ha contado... él? –inquirió Léxico, lanzando una desconcertada mirada a su compañero-. Preguntaría más: ¿Todo eso hizo... él? 

        -¿Suspensivo? Pues claro, hombre... –corroboró Hiato-. Además, tenemos nuevos datos, y nos hemos puesto en marcha inmediatamente. Suspensivo descubrió un albarán procedente de una famosa casa editorial sita en Marvela. He dado orden para que nuestros hombres en la delegación marvelí se dirijan allí con una orden de detención y registro. Ah, por cierto. Suspensivo descubrió que tu agresor era de origen oriental, así que es probable que se trate del mismo Li Jung So. De todas formas, Suspensivo ha guardado su revólver como prueba, cosa que nos servirá para identificarle sin lugar a error.

        -Bien, comisario. Entonces, ¿qué hacemos nosotros ahora? 

        -Por el momento nada. Trata de recuperarte y vete a que te vea un médico. El vendaje que te puso Suspensivo fue un remedio primeros auxilios; aunque puede ser que te tengan que dar algunos puntos. Luego, regresad aquí. Nuestros hombres en Marvela se encargarán de arrestar a los responsables de la editorial. Luego tan sólo hará falta descubrir al cabecilla de la banda.

        Perdone, comisario... –repuso Léxico-. Pero me gusta terminar mis trabajos hasta el final. Me curaré la herida, pero enseguida saldré pitando hacia Marvela... Quiero descubrir a la rata madre con mis propios ojos. 

        -Está bien, Léxico –convino Hiato-. Pero cuídate. Y no hagas tonterías.

        -No se preocupe, comisario... 

        Pasó el teléfono móvil a su compañero, para que lo apagara. Miró a los ojos de aquel excéntrico compañero. La curiosidad le carcomía, y se preguntaba el por qué de su exclusiva mudez hacia su persona. Prefirió, no obstante, no saberlo, así que optó tan sólo por felicitarle por su trabajo y darle sus sentidas gracias. En respuesta, sonriendo como un histrión, su compañero le ofreció su negruzca petaca, de la cual tomó Léxico un prolongado y reconfortante trago.

 

Franz_126

 

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

Léxico se disponía a entrar en el edificio pasando por delante de aquel tipo; no obstante, se topó con el enorme brazo de aquel gigante delante de sus narices.

        -¿Dónde creerrr tú que irrr? –inquirió el gordo pelirrojo, con deje germánico-. Esto ser edifisio prrrivado... Largar de aquí ya o despachurrar a tú ahorrra mismo. 

        Mientras decía esto, el gigante se vio atrapado por el cuello y agarrado por el brazo; Léxico comprobó atónito, una vez más, cómo su compañero Suspensivo se las había ingeniado para hacer un rápido movimiento y una hábil llave de judo que lograron abatir al gordo alemán y abalanzarlo al suelo. Mientras Léxico mostraba su identificación de detective literario, Suspensivo esposó al gorila a la farola que había junto a la acera.

        -Siento que mi compañero haya tenido que emplear estos poco ortodoxos métodos, pero debemos proseguir con una misión que nos ha sido encomendada. 

        Mientras el alemán continuaba profiriendo juramentos en su lengua, Suspensivo y Léxico ya se habían adentrado en el portal. Se dirigieron hacia las escaleras, comprobando con frustración que la vivienda no disponía de ascensor.

        Suspensivo ayudó a Léxico a lograr a trancas y barrancas el reto de alcanzar el cuarto piso. Entre los pisos intermedios se toparon con algún que otro tipo con pintas poco zalameras, aunque pudieron proseguir su camino, hasta llegar al cuarto piso, puerta tercera. Misteriosamente, el húmedo silencio reinante en el rellano no mostraba signos apreciables de vida. 

        Llamó Suspensivo varias veces a la puerta, sin obtener una satisfactoria respuesta. Tras la insistencia, Léxico instó a su compañero para que tratara de derribar la puerta. Con una seca y firme patada de Tae-Kwondo, logró Suspensivo abatir el obstáculo. Por fin Léxico sonrió ante la sabia decisión del comisario de proporcionarle a tan extraño, aunque eficaz compañero.

        Encendieron la luz de la vivienda, mientras Léxico anunciaba su presencia. No obtuvieron respuesta. Sigilosamente, Suspensivo abrió el camino a su superior, y se dirigieron por un estrecho corredor hasta el fondo. Antes, fueron echando un vistazo por las dos habitaciones contiguas, el lavabo y la cocina. Todas las estancias se encontraban deshabitadas, aunque llenas de cajas y utensilios de transporte varios. Llegaron hasta el comedor, decorado con un austero aunque atestado mobiliario. Se dirigieron hacia una puerta al fondo, junto a un pequeño balcón. Abrió Suspensivo la puerta y dio al interruptor de la luz. Suspensivo instó a Léxico a que viniera a echar un vistazo, haciendo un insistente movimiento de su mano. Léxico se asomó a la estancia y descubrió un montón de cajas y de libros apilados en gruesos montones. Echó la mano a uno de aquellos ejemplares y leyó la portada: “Sabor a fuel”, por A.R. Quilmada. Fue echando un vistazo a los libros que se apilaban en el montón, comprobando que se trataban de cientos de copias del mismo ejemplar. Parecía que, finalmente, habían destapado el nido de ratas. Ahora tan sólo faltaba saber por qué alcantarilla andaba circulando el roedor. 

        -Abre todas esas cajas, Suspensivo... –instó Léxico a su compañero-. Mientras tanto iré a echar un vistazo por el resto de la casa...

        No obstante, un fuerte golpe en la nuca le impidió momentáneamente llevar a cabo su propósito.

Franz_126

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

 Subieron a un taxi y se dirigieron hacia Callejas, el barrio matriceño donde se encontraba la calle que Samir les había indicado. Durante el transcurso del viaje, Léxico felicitó a Suspensivo por su rápida y hábil actuación en la zaga del marroquí. Suspensivo hizo una mueca sonriente, a la vez que se soplaba las uñas de sus dedos. En ese preciso instante, Léxico recibió una llamada a su móvil. Descolgó y escuchó la esperada voz del comisario Hiato.

        -“Léxico. ¿Qué tal va todo?” 

        -Viento en popa, comisario... –respondió el detective-. Estamos tras la pista de un sospechoso, para más señas, de origen oriental.

        -“Ah, perfecto... Precisamente quería informarte sobre los sospechosos de los cuales pediste información. Bueno, respecto a Adela Bienservida, nada que añadir. No se ha encontrado ningún indicio, ni criminal ni de ninguna clase, además de que no está fichada... No obstante, respecto a Li Jung So, hemos descubierto algo importante. Fichado y arrestado varias veces por la policía, por chanchullos y delitos de poca monta. No obstante, tenemos datos que lo relacionan con ciertas mafias literarias, además de haber hecho trabajitos de matón para ciertos peces gordos relacionados con asuntos criminales. De hecho, está en busca y captura por supuesto homicidio a un profesor de literatura de la Facultad de Letras de Talabanca.” 

        -Hum... Ya veo... –rumió Léxico-. Muchas gracias, comisario. Le seguiremos informando en adelante.

        Léxico estuvo cavilando sobre lo que el comisario había dicho y, en parte, le alivió saber que Adelita no tenía ningún antecedente. Aunque parecía obvio que debía tener alguna relación directa con el caso. No había podido, por otra parte, localizarla durante aquellos días, ya que su teléfono no daba señal alguna. Lo cierto es que sentía una especie de amor-odio por aquella fugaz amante que de sopetón había resultado ser una manzana podrida dentro del cesto de aquel caso. No obstante, se decía que todo debería quedar resuelto en breve, ya que estaban en camino de cazar a aquel chino que les proporcionaría con toda seguridad una vía directa hacia el cabecilla de aquella conspiración. 

        Llegó el taxi, pues, a la entrada de la calle Río Rojo. Léxico pidió que les dejara allí mismo. Bajó Suspensivo, mientras Léxico pagaba al conductor. A continuación, Suspensivo ayudó a bajar a Léxico, y se dirigieron por la estrecha calle en busca del número veintisiete. Anduvieron un tramo de la calle, por la cual se toparon con algún que otro yonqui, algún que otro mendigo borracho tumbado en la acera, y alguna que otra prostituta que les ofreció lasciva e inquisitorialmente sus servicios. Léxico tuvo que soltar una muleta y coger por el cuello a Suspensivo, que casi se deja atrapar por las redes de una perspicaz meretriz.

        Pudieron zafarse finalmente de las diversas ánimas en pena que circundaban la calle y llegaron a un gran portalón custodiado por un gorila que les miró de arriba abajo, con cara de pocos amigos. Léxico echó la vista al número que colgaba en la parte superior del arco de la puerta y pudo comprobar que se trataba del veintisiete.

 

Franz_126

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

Siguieron las señas de la gitana y llegaron a la parte sur del mercadillo. Localizaron el puesto de helados del que les había hablado la gitana, y junto a éste, el puesto de lencería. Se dirigieron hasta el lugar, donde encontraron a un marroquí que ordenaba unas cuantas cajas, mientras otro compañero disponía varias piezas de lencería en un colgador. Se dirigieron al que tendía la ropa, que les saludó con una afable sonrisa. 

        -Paisa... Mira que sostene barato, barato...

        -Hola, majo –saludó Léxico, mientras enseñaba su placa de detective-. Verás... La verdad es que quería hablar con un tal Samir. No sé si eres tú o tu... 

        No pudo acabar la frase, ya que comprobó cómo el otro tendero había desaparecido ágil y fugazmente por la cortina trasera del puesto. Asimismo, comprobó cómo, instantáneamente, Suspensivo salió corriendo por detrás del puesto a la zaga del fugitivo. En ese breve lapso de tiempo, el marroquí contestó.

        -Samir es mi cumpa... Pero nosotros legal, paisa, negosio legal y limpio... 

        -Ya... Supongo que por eso a tu cumpa le ha dado por salir a hacer un poco de fúting, ¿no...?

        Al cabo de pocos minutos, Suspensivo regresó con Samir, esposado y amarrado por los brazos del ayudante novato. Lo cierto es que Léxico, en esta ocasión, se quedó aún más perplejo, si cabe, ante la intachable eficacia de su compañero. 

        Después de aclarar al dependiente que su visita no se debía por motivo de registro de papeles alguno, se dirigieron con Samir a un banco situado detrás del puesto.

        -Lamento que mi compañero haya tenido que utilizar tales métodos disuasorios –comunicó Léxico a Samir-, pero me temo que no hubiera sido conveniente tener que aplazar nuestra entrevista indefinidamente... 

        -Yo limpio, paisa... –adujo Samir-. Yo tener papeles en regla. No problema...

        -Ya, ya, tranquilo... No problema... –asintió Léxico-. Te informaré que no somos de la brigada de inmigración, sino del departamento de Crímenes Literarios. Alguien nos ha proporcionado una información que queríamos contrastar contigo... 

        -Todo bien, paisa... Yo decir lo que sepa.

        -Bien. Nos gustaría saber si vendiste hace algún tiempo un libro titulado “Sabor a fuel” a un tal Coto Mataporros... 

        -Ah, sí... –convino Samir-. Verdad. Coto ser mi amigo. Él querer un bonito libro para su hija. Yo decir que puede encontrar libros baratos. Yo traer ese libro y vender.

        -Ahá. Y dime, Samir. ¿Dónde adquiriste ese libro? 

        -Samir tener un conocido que trabajar en el almasén de una pequeña editorial. Él poder conseguir libros a buen presio, y él conseguirme ese libro. Yo pagar a él el presio acordado...

        -Hum... Muy bien. Y dime... ¿Cómo se llama ese tipo, y dónde le puedo encontrar? 

        -Uy, paisa... Pero yo no poder chivar... Él trabajar... destrangis, y él no tener papeles. Si decir, a él echar del país.

        -Pobre, pobre... Lo malo es que si tú no decir a mí, yo llamar a policía para comprobar si de verdad tienes los papeles en regla. 

        Mientras Samir contestaba airado algún tipo de retahíla imprecatoria en idioma árabe, Léxico instó a Suspensivo.

        -Tienes ahí el teléfono de la brigada de inmigración, ¿no? 

        -¡Vale, vale! –interrumpió Samir-. Yo decir nombre... Y también dónde vivir... Llamar Yeong Su Yong, y ser chino. Vivir en la calle Río Rojo, número veintisiete, cuarto tercera... –informó-. Pero, ¡por favor! ¡No decir que yo decir a ti! No querer que me persiga para matar la mafia china...

        -Muy bien, no te preocupes... –tranquilizó Léxico-. No diremos ni pío. Punto, ya puedes quitarle las esposas al amigo. 

        -¡Oh, gracias! Entonces, ¿dejar libre?

        -Como te he dicho, no somos la policía. No obstante, debes permanecer localizable, sin la posibilidad de abandonar el país... No olvides que tu calidad de sospechoso de crimen literario sigue en vigor...

 

Franz_126

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

Léxico y Suspensivo tomaron el vuelo que hacía de puente aéreo entre Barmolona y Matriz. Léxico se entretuvo dando unos tragos a su “negruzca” petaca, a la par que contaba viejas anécdotas del cuerpo a su compañero, además de a las acolchadas paredes del avión. Por su parte, Suspensivo giraba de vez en cuando su cabeza para soltar una mueca simpática a su contertulio, mientras contemplaba con semblante de mirlo el paisaje celeste que se atisbaba por la pequeña ventanilla. Al cabo de unos instantes, Léxico se percató de la peculiar estampa de aquel casi autista compañero.
 
        Llegados al aeropuerto de Matriz, tomaron un taxi y se dirigieron al hotel donde tenían reservada una habitación doble. Por suerte, Léxico comprobó que las camas estaban separadas por un biombo plegable, que se encargó de desplegar alegando a su acompañante la necesidad y la costumbre de dormir entre cuatro paredes. No del todo contento, se aseguró de dejar su revólver bien cerca de la almohada, pues no se fiaba de los tipos que tenían por costumbre dormir en cuclillas o también llamada “posición de loto”.
 
        Aquella noche, por descontado, volvió a soñar: en este caso, soñó con un pajarillo con las alas cruzadas que, por muchos esfuerzos que hiciera abriendo el pico, no lograba articular ni un pío-pío.
 
        Por la mañana, Léxico despertó acartonado. Pudo alcanzar las muletas y se dirigió a la otra parte del biombo. Para su sorpresa, halló a su compañero de habitación tumbado en el suelo, justo al lado de su cama. Léxico emitió un sonoro bostezo y, en un santiamén, Suspensivo se puso en pié, abriendo los ojos como platos y mostrando una sonrisa ante la que Léxico correspondió con un gesto de sorpresa.
 
        Tras salir del hotel, pues, tomaron un taxi. Suspensivo ayudó a Léxico a colocar su pierna en el asiento, ante lo cual Léxico logró articular un gracias acompañado de una leve sonrisa.
 
        Llegaron a la Plaza de Poniente a media mañana. Salieron del taxi y se dirigieron al mercadillo. Entre el gentío, comenzaron a buscar los puestos de lencería potencialmente localizables. Tras un rato, lograron localizar uno, aunque la dependienta, además de pertenecer al género femenino, correspondía a la identificable etnia gitana.
 
        -¡Mira, guapo, mi arma! –se dirigió efusivamente la gitana cuando Léxico se aproximaba-. Mira las braguitas bonitas que tengo pá tu muher... Cinco dó euro, mi arma... Anda, no sea rata, salao...
 
        -Verá... –explicó Léxico-. Yo se las compraría, pero es que estoy soltero, y sin compromiso, señora...
 
        -Anda, saborío... No seas asín –saltó la gitana-. Pos por lo meno pá tu hermana, o pá tu tía la del pueblo...
 
        -Está bien... –recapacitó Léxico-. Te las compro si me dices una cosa... ¿Sabes dónde se encuentra el puesto de Samir?
 
        -¡Válgame! –espetó la gitana-. Anda que te ví a desir ande está el moromierda ese de la competensia...
 
        -Puedo pagarte bien esas braguitas... –sobornó Léxico, con un billete de cincuenta euros en la mano-. Venga, mi arma...
 
        Acto seguido, la gitana dio las señas del puesto, recogiendo el billete y entregando a Léxico una bolsa con ocho braguitas, dos sostenes y una liga.
 
        -Espero que tengas muchas hermanas, sobrinas, nietas o suegras... –le comunicó Léxico a Suspensivo, mientras le hacía entrega de la bolsa-.
 

        -¡...! –rió su compañero para sus adentros. 

 

Franz_126

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

 Léxico llegó a casa y se desmayó en la cama hasta el mediodía del día siguiente. Por supuesto, tuvo nuevas pesadillas. En esta ocasión, no obstante, no aparecía la malvada colegiala con coletas, sino un chino que con un bisturí en la mano comenzaba a amenazarle persuasivo en una lengua que no comprendía. A su vez, una enfermera con la misma cara que Adelita le esposaba las manos, mientras le dirigía con voz dulzona estas palabras: “Cielo... ¿Te apetece tomar un poquito más de cava?” Acto seguido, la enfermera comenzaba a carcajearse maliciosamente. A continuación, el chino hacía accionar lo que, en un principio, parecía bisturí, pero que se convirtió en un grimoso taladro de dentista.

        Fue en ese momento cuando despertó, alertado por el sonido del taladro, que resultó ser una taladradora de pared que, con toda probabilidad, algún vecino estaba utilizando. 

        Se levantó, dirigiéndose directo al refrigerador. Miró las existencias que habitaban el electrodoméstico y se decidió a hacerse un bocata de salami y anchoas en escabeche.

        Después de comer, se dirigió en taxi al Comité Central, donde debía resolver algunas cuestiones antes de partir por la noche rumbo a Matriz. Llegó al despacho del comisario Hiato, que charlaba con un esmirriado tipo. Al verle llegar, el comisario presentó al interfecto. 

        -Léxico. Te presento a Punto Suspensivo. Será tu acompañante y ayudante en el viaje a Matriz.

        Léxico miró de reojo a Suspensivo, sonriendo con sorna al comisario. 

        -Será una broma, ¿verdad?

        -Bueno... No pensarías ir sólo, tal y como estás, ¿no? –apreció Hiato-. Aunque no lo parezca, y a pesar de su calidad de novato, tiene muy buenos informes del sub-departamento de correcciones sintácticas –informó, dirigiéndose al susodicho. 

        -... –aprobó Suspensivo, encogiéndose de hombros y haciendo gala de su propio heterónimo.  

        Finalmente, y a pesar de sus primeras reticencias, Léxico tuvo que aceptar la carga impuesta. Así que saludó cortésmente a su nuevo compañero, y volvió a dirigirse al comisario, entregándole el carné de identidad del presunto homicida chino. 

        -Me gustaría que le echaran un vistazo a este tipo, para conocer sus antecedentes –pidió al comisario-. Las ruedas de su moto estuvieron a punto de dejarme una huella imborrable...

        -De acuerdo... –contestó Hiato-. Enseguida se lo envío a Teo y te diremos algo lo antes posible. ¿Se te ofrece algo más? 

        -Sí. Me gustaría conocer también los antecedentes de una tal Adela Bienservida, si los tiene... Creo que son dos de los responsables de mis contratiempos durante el día de ayer y pueden estar directamente relacionados con el caso.

        -Perfecto –asintió Hiato-. También investigaremos sobre ella. Bueno –propuso, dirigiéndose a sus dos sabuesos-, creo que ya va siendo hora de que os pongáis en marcha. El avión sale de aquí a dos horas, así que podéis ir yendo hacia el aeropuerto. Y, ya sabéis: en cuanto sepáis algo nuevo, me informáis. 

        -¡A la orden, mi teniente! –contestó Léxico.

          -... -convino Suspensivo.

 

Franz_126

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

-¡Hola, papi! –saludó Begoña, abrazando a Coto-. ¿Qué tal te va? Mira, te presento a Bebo Léxico... 

        -¿Quién cojones es este vejestorio? –inquirió Coto-. ¿Otro de tus ligues?

        -Bebo Léxico, del departamento de Crímenes Literarios, para servirle... –intervino Léxico. 

        -¡Coño! ¿A quién cojones me has traído, Bego? Escuche, caballero... Estoy limpio. Hace muchos años que no trafico con drogas, y ya pagué por ello en su día. ¿Es que no me van a dejar en paz?

        -Tranquilo... –aclaró Léxico-. Lo cierto es que sus asuntos de tráfico, en el caso de que los tenga, no me interesan lo más mínimo... Le vuelvo a repetir que soy agente del departamento de Crímenes Literarios. No sé si habrá oído hablar de éste... 

        -¡Ah, sí! Claro... –contestó Coto-. Perdone, pero ya pensaba que me querían meter otra vez en chirona.

        -Lo cierto es que estamos investigando un caso de “negrura” en el que usted es sospechoso, o podría verse involucrado... Así que si es tan amable de acompañarnos, nos reuniremos con mi superior, ya que nos gustaría hacerle unas cuantas preguntas. 

        -¿”Negrura”? –se preguntó Coto-. ¿De qué demonios me está hablando? Bueno, no hay ningún problema... Les responderé todo lo que pudiera saber sobre el asunto.

        Salieron de los estudios y se encontraron con el comisario Hiato, que esperaba en la cafetería tomando un café. 

        Salieron los cuatro, en el coche del comisario, hasta el Comité Central. Una vez en la sala de interrogatorios, Léxico puso en antecedentes a Coto, que parecía extrañado por el caso. Entonces, comenzó a relatar lo concerniente a la adquisición del libro.

        -Lo cierto es que soy aficionado a pasearme por mercadillos y rastros, no por voluntad de adquirir baratijas, sino por curiosear y buscar peculiaridades. Debido a esto, he hecho incluso colegas entre los dependientes de algunas paradillas, como es el caso de Samir, un marroquí que vende lencería barata en un puesto del mercadillo de la plaza de Poniente, en Matriz. 

        “El caso es que se acercaba el aniversario de Bego, y no sabía qué comprarle. Un día, paseando por el mercadillo, se me ocurrió que podría regalarle un libro. Se lo comenté a Samir, informándole que iría a echar un vistazo al hipermercado “Mediamanga Mangotero”. No obstante, Samir me recomendó que no fuera, que él podía adquirir libros (sin estrenar) y a muy buenos precios, ya que conocía a un amigo que trabajaba como intermediario para una casa editorial.

        “Me preguntó que qué clase de libros le gustaban a Begoña, y le dije que, de momento, en casa sólo tenía un par, de los cuales recordaba haber leído algunas páginas de uno de una tal Corín Mellado. 

        “Así, pues, me dijo que no me preocupara, que me conseguiría un buen libro, reciente y de actualidad.

        “Así es como, al día siguiente, me trajo “Sabor a fuel”. Me lo vendió por quince euros, cosa que me pareció bastante asequible. Le di las gracias por su ayuda, y me despedí de él hasta dentro de dos semanas, ya que me quedaría en Barmolona durante ese tiempo. Finalmente, llegó el día del cumpleaños de mi hija, y le regalé el libro. Y eso es todo...” 

        Tras la entrevista, Léxico y Hiato estuvieron cavilando sobre la historia que Coto les había contado. Para contrastar su veracidad, tan sólo debían acudir al lugar del que Coto les había hablado, y preguntar al marroquí. Así, pues, Léxico le pidió las señas del lugar y la dirección y, con voz firme, se dirigió al famoso:

        -Y recuerde que su calidad de sospechoso sigue en vigor... Así que deberá estar en todo momento localizable, sin la posibilidad de poder abandonar el país.

Franz_126

 

Crimen Desorganizado, S.A.

Crimen Desorganizado, S.A.

Léxico estuvo charlando durante un rato con Berta, la joven que le había ayudado, la cual se preguntaba el porqué del incidente ocurrido. Léxico le explicó que era un detective del cuerpo de delitos literarios. Estuvieron un rato charlando amenamente, hasta que por fin apareció el tan esperado taxi que buscaba Léxico. Se despidieron, se intercambiaron teléfonos, y Léxico le prometió invitarle a tomar un café en mejor ocasión.

         Subió, pues, al taxi, y le dio las señas para dirigirse a los estudios de Telebrinco, situados a las afueras de la ciudad. Durante el trayecto, Léxico estuvo meditando y recordando todos los incidentes y descubrimientos de aquel ajetreado y desafortunado día, a la par que rezaba porque no quisiera el azar que su trayecto en taxi discurriera con algún otro tipo de accidente.

        Por suerte, sus plegarias dieron resultado, y el taxi llegó a su destino hacia las once y cuarenta y cinco minutos. Pagó al conductor y éste, amablemente, le ayudó a bajar del automóvil. A unos metros de la entrada descubrió al comisario Hiato y a Begoña Mataporros que, al unísono, acudieron a su reencuentro. 

        -Pensábamos que no llegabas... –apreció el comisario-. Venga, que te ayudaremos. Hay que darse prisa, el programa está a punto de comenzar... Por cierto, ¿qué diablos te ha ocurrido?

        -Es un asunto que requiere una larga explicación... –contestó Léxico-. Ya se lo contaré en otro momento... 

        Begoña y Hiato le acompañaron hasta la entrada. Allí, el comisario les dejó, y dijo que les esperaría en la cafetería. La estudiante y Léxico se dirigieron hacia la puerta donde se hallaba un esbirro que hacía de taquillero. Begoña sacó las entradas de su bolsillo y se las entregó al tipo.

        -Hum... Llegan ustedes un poco tarde... –informó-. El programa hace rato que ha comenzado. No sé si les podré dejar pasar... 

        -Oye, gorila... –saltó Begoña-. ¿Sabes quién soy yo? Pues soy la hija de Coto Mataporros, colaborador habitual de este programa. Así que como no te portes bien, quizá tu puesto de trabajo pueda verse en peligro...

        Enseguida, el tipo se excusó con reverencias, recogió las entradas y les rogó que pasaran adentro. Léxico sonrió ante la perspicaz reacción de Begoña, la cual le correspondió con un simpático guiño. 

        Un azafato les acompañó hasta dos asientos situados en la parte trasera del plató. Se sentaron y comprobaron que el programa estaba en marcha. Asimismo, Léxico comprobó que en el set de invitados comenzó repentinamente a armarse un guirigay digno de contemplación.

        -Te he dicho mil veces que no me levantes tu puta voz, periodistucha de tres al cuarto... –se escuchó decir en tono tranquilo a Coto Mataporros. 

        -¡Anda ya! –saltó una conocida periodista, llamada Karmele Boyante-. ¡Quién te crees tú que eres! ¡Lo único que eres es un drogata de mierda, capullo!

        -¡Mira, pedazo de zorra...! –tanteó Mataporros, en un tono de voz un tanto más elevado-. Como empiece a soltar por esta boquita todos tus líos de boyera y con las famosas gachís con que te has acostado, creo que vas a salir perdiendo... 

        -¿Ah, sí? –contestó impávida la periodista-. Pues hablando de líos de faldas, tengo una exclusiva. Tu tan querida y protegida Carmen Solares le puso los cuernos hace unos días a su querido marido Jaime Rostros, con el famoso futurólogo Massel. Y para demostrarlo, traigo aquí unas fotos y unos documentos que...

        -Tú no vas a demostrar nanai de nanai, payasa... Que eres una payasa... –interrumpió Mataporros. 

        -¡Oye, capullo! –saltó, en esta ocasión, otro de los contertulios, que daba la casualidad de ser un ex policía venido a paparazzi-. Tú le vas a dejar enseñar las fotos o sino cuento tus líos de tráfico ilegal.

        -Ni se te ocurra pasarte un pelo, cabroncete, que te curro... 

        -¿Ah, sí? ¿Tú y cuántos más?

        Mientras los dos contrincantes se levantaban y se disponían a una pelea en directo, otros de los contertulios trataban de separarlos, incluido el moderador del programa. No obstante, se pudo apaciguar los ánimos de los púgiles, ya que, a continuación, otro de los colaboradores se puso a hacer un strip-tease integral en medio de los aplausos y el coro del público y de todos los presentes. Al cabo de esto, salió un tipo que comenzó a lanzar tartas a los contertulios, mientras otro participante se metía una lombriz por la nariz.

        Begoña tuvo que despertar a Léxico hacia el final del programa, ya que el espectáculo hacía tiempo que le había aburrido. Así que despertó, y una vez concluido el show, se dirigió junto a Begoña para hablar con el personajillo de Coto Mataporros.

Franz_126